En estos tiempos en los que, por fin, parece que empezamos a ver la luz al final del túnel de la pandemia en cuestión de contagios, cifras, vacunas, etc., se habla cada vez más de la carga mental que hemos sufrido la mayoría en estos meses interminables desde marzo de 2020. Escuchamos hablar cada vez más de salud mental, de su importancia, y de términos como fatiga pandémica, derivados de esta crisis sanitaria que tanto nos ha hecho perder a todos los niveles.
Cada vez se habla más de los ejercicios de micromeditación precisamente para combatir los efectos de esta fatiga pandémica que tanta ansiedad y miedo nos ha causado a muchos. El cansancio y la incertidumbre ante lo que nos deparará el futuro en referencia a la crisis sanitaria, pero también económica y medioambiental, han disparado las patologías relacionadas con la salud mental, lo que se traduce en estados de depresión, dificultad para concentrarse, ansiedad….
Se han escrito ríos de tinta sobre los beneficios de la meditación, de todo lo que puede aportarnos tanto a nuestra salud física como mental que, por otro lado, son dos conceptos indisolubles que van de la mano al 99%. La meditación es una herramienta útil y eficaz para mejorar nuestros niveles de conciencia, de atención, de concentración y control emocional, conceptos que pueden parecen sencillos pero que son absolutamente vitales para una buena armonía de nuestro cuerpo.
¿En qué consiste la micromeditación?
La meditación puede aportarnos mucho a cambio de muy poco. Pero ese poco hay que dárselo. Para poder meditar y conseguir resultados eficaces, se necesita tiempo y constancia, dos conceptos asequibles para casi todos, pero que no son tan fáciles de conseguir para muchos. Los ejercicios de micromeditación tan solo nos requieren unos minutos de nuestro precioso tiempo para echar el freno ante todo lo que nos rodea y concentrarnos en nosotros mismos. Además, son prácticas que puedes hacer en cualquier sitio, ya que no requieren de ningún tipo de instrumento o posturas que no puedas hacer en público.
Los beneficios de la meditación son perceptibles prácticamente desde la primera sesión, pero tanto las evidencias científicas como los expertos consideran que hacen falta varias semanas con al menos treinta minutos de práctica diaria para poder experimentar verdaderos cambios en nuestro organismo e, incluso, en nuestra manera de comportarnos y actuar.
El número de personas interesadas en practicar la meditación ha aumentado considerablemente sobre todo a raíz de la pandemia de Covid, pero sin esa constancia de la que hablamos, las intenciones se quedan en nada. Nuestro día a día suele ser un laberinto de horarios, prisas, reuniones, actividades, compras, etc., que apenas nos deja tiempo para vivir y ser nosotros mismos. Y si a todo esto le añadimos la conocida como “fatiga pandémica”, toda esa tensión y estrés pueden llegar a superarnos e, incluso, bloquearnos.
Aquí es donde entra en juego la micromeditación, que básicamente consiste en pequeñas sesiones de tan solo unos minutos de duración, en las que podemos centrarnos en aumentar nuestro nivel de atención, ser conscientes de nuestras emociones o recargarnos de energía, siempre con el objetivo de liberar nuestras tensiones acumuladas y conseguir acercarnos cada vez un poco más a ese estado de paz interior que tanto necesitamos.

¿Cómo se practica la micromeditación?
Si no dispones de mucho tiempo o estás iniciándote en el mundo de la meditación, la micromeditación puede ser tu mejor aliada. Con tan solo unos minutos al día puedes conseguir un buen nivel de salud mental.
Existe una gran variedad de ejercicios de micromeditación, con diferentes periodos de tiempo, distintos objetivos…todo depende de las preferencias de cada uno y de lo que se pretenda conseguir. Pero, si se practican bien, son unas herramientas sumamente eficaces para ayudarnos a encontrar nuestro equilibrio interior.
Los expertos recomiendan empezar por sesiones cortas, de tan solo dos o tres minutos, eso sí, repartidas varias veces al día. Olvídate un poco de ese estigma de “No tengo tiempo” y saca un par de minutos para ti. ¿A que visto así no parece tan complicado? Poco a poco, al ir consolidando esas prácticas cortas y espaciadas a lo largo de la jornada, seremos más capaces de ampliar el espectro y pasar a sesiones de meditación más largas.
Algunas ideas para practicar la micromeditación
- Respira y escúchate: una práctica tan sencilla como necesaria. Inspira profundamente, suelta el aire despacio y párate a escucharte a ti mismo o a tu alrededor. Es un ejercicio muy sencillo, que se puede hacer perfectamente en un par de minutos y muy beneficioso. Lo ideal es repetirlo varias veces al día, por ejemplo, al levantarte por la mañana, al llegar al trabajo, a la hora de comer y antes de acostarte…tú marcas tus ritmos según tus preferencias y necesidades.
- Repetir un mantra: elige alguna frase que te inspire, que realmente te transmita algo que quieres ser o alcanzar… Y respira hondo mientras te repites esa frase varias veces. Al igual que la práctica anterior, se puede hacer en tan solo un par de minutos y repetir durante varias veces a lo largo de la jornada. Si no quieres alargar el tiempo de practicar la micromeditación, puedes alternar entre unas prácticas y otras, para hacerlas todas varias veces a lo largo de tu jornada empleando tan solo un par de minutos con cada una.
- Analiza tu cuerpo: tómate un par de minutos, respira hondo y presta atención a lo que te dice tu cuerpo. Olvídate por un instante de todo lo que tienes alrededor y silencia el ruido de tu mente para que nada te perturbe mientras tu cuerpo te transmite sus sensaciones.
Conclusiones sobre las prácticas de Micromeditación
Este tipo de ejercicios son perfectos para quienes disponen de poco tiempo por sus obligaciones laborales y personales, así como para iniciarse en la meditación para ir aumentando de nivel de manera paulatina. Si bien es cierto que este tipo de prácticas cortas de micromeditación no llegan a alcanzar el efecto de las sesiones de meditación más largas e intensas, son una manera perfecta de crearnos el hábito y la costumbre de practicarlas, de aficionarnos a ellas e ir aprendiendo a regular nuestras emociones y sensaciones.